Por:
Mimo Infernal
Tragedias
pasan en el mundo, todos los días, cada hora, cada minuto, cada
segundo. Estos hechos fatales y otros que no lo son tanto, llegan a
afectar desde una sola persona hasta masas enteras. el jueves pasado
fue inusualmente doloroso: Mi vecina tiró su helado en la tarde,
Edgar se volvió a caer, se me perdió mi pluma favorita en la
escuela, y cientos de tragedias más azotaron al mundo, pero dos en
especial causaron un revuelo espectacular:
Primero
que nada, la prodigiosa presentadora, actríz, comediante y conocida
perra norteamericana, Joan Rivers, falleció este jueves cargando con
ella no sólo sus 81 años de edad y todas sus crujías plásticas,
sino también un legado de crítica constructiva destructiva, de comedia negra y picante, pero sobre todo, de una mujer que incursionó
en un campo en el que los hombres tenían el total dominio: El Stand
Up. Bienvenida sea Joan Rivers al cielo de las perras que tiene
mucho, MUCHO qué criticar.
Pero
a pesar de la perdida de Rivers, su muerte pasó desapercibida por
dos razones: Primero que nada, su hija Mellisa Rivers fue quien
decidió desconectar a su madre tras un coma inducido algunos días
antes de su muerte -no, absolutamente nadie lo esperaba-, por lo que
más que perdida personal y física de sus familiares, amigos y fans,
fue de la pérdida de la imagen que la propia Rivers se forjó a
través de los años.
En
segundo lugar -y de hecho, es el más importante-, es que otro hecho
trágico fue el que sacó del camino a la perdida de doña Joan, pues
para muchos resultó mucho más importante. La perdida de un artista
que yacía en una cama y que vivía únicamente gracias a aparatos
médicos a los que estaba conectado: Gustavo Cerati.
La
noticia de la muerte de Cerati llegó a territorio mexicano un par de
ser publicada oficialmente por sus familiares a través de un
comunicado, además de un tweet en la página oficial del músico. La
causa de la muerte fue un paro respiratorio, en el que el paciente no sufrió absolutamente nada.
Pero,
¿alguien recuerda como es que Cerati llegó a ser la leyenda en la
que se convertiría tras su muerte? O mejor aún, ¿alguien se
acuerda de porqué diablos terminó en coma?
Para
quienes no lo sabían, el argentino comenzó su carrera musical
-oficial y profesionalmente hablando- con la banda Soda Stereo, la
cual formó con su en ese entonces amigo, Hector Zeta en 1982, mismo
año en que la banda comenzaría a triunfar musicalmente, pegando con
temas tan comocidos como “De música ligera” y “Persiana
Americana” no sólo en Argentina, sino rompiendo las barreras
latinoamericanas, pegando incluso dentro de Estados Unidos y algunos
lugares de Europa.
Su
carrera musical no se limitó al Sueño Stereo, ya que durante
ciertos deslices que tuvo con su banda, Cerati dedicó su atención
proyectos en solitario que le hizo notar a su público otra parte de
quien es él, musicalmente hablando -toma nota, Bunbury-. Su trabajo
fue tan notable, que llegó a trabajar con el guitarrista de la ya no
tan extinta Pink Floyd, Roger Waters.
Su
quehacer de leyenda y de rompecorazones llegaría a su fin en 2010,
cuando después de una presentación en Caracas, Venezuela, en la que
Cerati sufrió de un accidente cerebro-vascular, mejor conocido como
derrame cerebral, en el que, después de serias complicaciones
durante una cirugía de intervención, se convertiría en una lechuga.
Es
extraño dedicar tres párrafos a la historia del líder de Soda
Stereo, cualquiera diría que no se merece demasiado. El problema
aquí radica en la calidad de las personas que salieron a dar el
último adiós al cantante, tal cual John Lennon en Nueva York o a
Pedro Infante en el D.F. ¿Quién puede asegurar conocer de lleno la
faceta sinfónica de Cerati? ¿O su etapa incursionando en la música
electrónica? Sí, eso creí.
El
fallecimiento de Cerati conmovió el corazón de los rockeros de
antaño, aquellos nacidos a mediados y finales de la década de los
70, que crecieron y admiraron a Soda Stereo desde su inicio. De los
rockeros latinos que nacieron en la década de los 80 y que vieron su
carrera subir y bajar en Soda Stereo, pero que al mismo tiempo vieron
su resurgimiento como solista en distintas fases.
¿Y
qué hay de aquellos que nacieron en los 90? ¿En el nuevo milenio?
¿Quién de nosotros recordaría todo eso? Quizá sólo los que
tuvieron papás rockeros, o que de plano, de verdad admiraban al
tipo. La hipocresía por la perdida de un famoso es algo totalmente
común, pero triste al mismo tiempo.
De
hecho, es tan común que a una “reportera” de espectáculos con
una carrera ya muy avanzada en este ámbito, se le fue el pedo y mató
al hermano de Cerati en twitter. Pero imaginen, si esto le pasó a
ella, ¿A cuántos cientos de miles más les pasó también?
Hay
que reconocerlo, Gustavo Cerati no era ningún genio como lo fue
Frank Zappa, ni como Andres Segovia, ni Tony Levin. Era un músico muy
talentoso, sí, pero sobre valuado también, y su estatus de leyenda
del rock que acaba de ganar, se debe justamente a eso: Una buena
estrategia de imagen.
Despedimos
a Cerati como un grande de la música actual, como un diablo con las
mujeres, como un prodigio de la música y también como una de las
figuras musicales más sobre valuadas que Argentina nos pudo regalar,
como un verdadero perro, y que gracias a esto, me he tomado el tiempo
de redactar para ustedes mi más humilde opinión personal.
P.D.
Si quieren mentarme la madre, abajo está la caja de comentarios. Se
los agradeceré enormemente.
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